27 de febrero de 2010

Desde "sus" cielos ...


Ray la esperaría el sábado al atardecer, ya que una intromisión imprevista impidió ese primer beso aquella misma tarde. Susie temía no saber besar. Su abuela, le había contado la primera experiencia, con un hombre mayor. Un recuerdo que guardaba como maravilloso, y que al mismo tiempo parecía querer sugerirle.
También le había vaticinado una larga vida, del momento que había logrado salvar la de su hermanito como una heroína. Eso era lo peor que le había pasado a la familia. Ellos eran la familia Salmon.
Parecía recordarlo, desde su cielo, o estar presente en ese entonces, junto a su familia y amigos que continuaban con sus vidas.
Susie no estaría para la cita con Ray. Aquel beso que no había sido, no sería jamás. Se fue sin saber si sabría besar. ¿La vida o la muerte le darían la oportunidad?
De cuando era muy chiquita recordaba las esferas, se sentía completamente adentro, atrapada en esos mundos perfectos. La apasionaban las fotos que le permitían registrar los momentos "antes de que pasen".
A pesar de estar muerta, Susie era capaz de crecer y madurar en el cielo ya que su perspectiva como narrador evoluciona a lo largo de la historia.
De su padre recordaría que los pasatiempos son saludables que enseñan cosas. Como esta historia que parece mostrarnos el desarrollo moral y psicológico de un personaje, desde la infancia hasta la madurez.
Le quedaba por elegir. Se trataba de trascender y aceptar o contemplar el mundo sin estar ella.
Ruth Connors, roza el alma de Susie cuando ésta abandona la Tierra en el año 1973, cuando es cruelmente asesinada. "La llevaría pegada para siempre", le diría más tarde Holly, la mejor amiga de Susie y compañera de cielo.
Ruth veía cosas que los demás no veían. Aceptaba la presencia de los muertos entre los vivos.
A su madre le dirían que no por encerrar el dolor, éste se iría.

A la mañana siguiente, me desperté pensando en el propio, en los propios, en aquellos que no me había atrevido a enfrentar. A esa casa de Luján a la que decidí volver, palpar, oler y volverle a dar vida. A tejer historia ahí dentro.
En la propuesta de ella, "si te hace bien, vení a vernos. No dejes de avisarme si viajás". Insólito, viniendo justamente de mi/nuestra eterna rival.
Claro, ahora que desde hace un mes él ya no está...
Esa noche logré dormir con la película y mis propios pensamientos entresueños. Me despertó un llamado desde Italia, del hermano de él, que hubiera anunciado lo irremediable en el caso no lo supiese ya y buscara afirmarme con absoluta certeza que "Claudio está bien", que le creyese. Que era él simplemente el encargado de agradecerme en nombre suyo y de su hermano por tantos años vividos, por tanta ayuda desinteresada, por tanto amor, por no haber sido jamás cobarde "porque lo único que no vale en el amor es la cobardía". Y cuánto lamentaba que "la" noticia hubiese llegado por esa vía tan injusta como la de un mensaje de texto. Que yo no lo merecía. No merecía haberlo sabido así.
Y ahora hacelo por mí, por Claudio, regalanos esto, dormí tranquila. Hiciste tantissimo por él, y sabé que está en paz.
-¿Y vos Ale? ¿cómo lo supiste?
-¿Cómo lo supe o cómo me enteré?
-Saberlo lo supe en el preciso instante en que él estaba partiendo. Lo sentí. Era mi hermano.
Y ahí comenzó una inesperada siesta. Tan impensada como necesaria.

UPDATE 05/03/2010
: descubrí que ya está publicado el libro, que parece superar ampliamente al film en cuestión. Les cuento cuando lo termine. En "El ateneo" venden otra edición con pequeña recomendación muy taquillera de Isabel Allende.

24 de febrero de 2010

Universos paralelos




Llego a la burbuja azul como cada día -tarde y en taxi- lista para las barritas de cereal, il cafelatte y la "solita" rutina (control de casillas yahoo personal, yahoo blog, outlook -por si acaso- y ahora se le agregó el por mi odEado "feisbuk"). "No te podes quedar afuera"...
Recibo un mail de ella, donde no ceso de descubrir coincidencias. Desde que tiene a su best friend en otro subsuelo de la misma calle de mi habitáculo personal, el italiano, la vecindad, los conocidos comunes. Entre muchas otras.
Mientras tanto me comenta:
-¿No querrá que seas su propia Laura Avellaneda?
No disimulo ni googleo mi ignorancia, y le confieso desconocer a esta tal Laura ...
Me contesta: la protagonista de "La borra del café" de Mario Benedetti.
Debo continuar tan Viceversa ...

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte
tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

¿que ahí me quedé y listo?
Quince minutos más tarde mientras le relataba historias de arcángeles callejeros que vaticinan futuros o adivinan pasados y diez temas distintos a velocidad chat, interrumpe aviso de mensaje de texto. Era Lulu, que necesitaba confesar su nuevo brote TOC en sector "libros". Esta vez no tuvo que ver con Bukowski, decidió una pausa después de "El cartero" (Rochitas no parará hasta el último). Sepalo Chinaski.
Yo confieso haber comprado en el término de quince días: "Revelación de un mundo" de Clarice Lispector, "Dublineses" y "El retrato del artista adolescente" de James Joyce, "Ser escritor" de Abelardo Castillo, "El guardián entre el centeno" de Salinger, una versión manuable de "El aleph" (a ver si con esta te queda un poquito más claro) un Hemingway que te pidió a gritos te lo lleves con vos. Y van ...
Pero estábamos con Laura, Avellaneda (?) y con Lulu y su mensaje celular. Confiesa nuevo brote, esta vez se trataba de Benedetti. Ahí me retrotraigo al último sábado cuando pos "taller literario number one" y en la previa de la película "Desde mi cielo", en compañía de Susana y Gustavo, no pudimos evitar la parada en "El Ateneo" de Belgrano y Juramento. Ella arremete sin dudarlo con las obras completas del maestro en cuestión con la promesa de prestármelo apenas finalizado.
Decido contestarle a Lulú ¿el de "La borra del café"?
¡Me hubiera gustado poder ver su cara!
No Lulú, no era ni la cámara oculta de Matías Martin ni nada que se le parezca. Sólo "Universos paralelos". Inexplicablemente paralelos ...
Me dice:
- Estaba pensando en vos. El protagonista se llama Claudio pero este está en tu paisito anaranjado ...
Mientras con Peorcita seguía la conversación, las coincidencias ¿los "universos paralelos"? le cuento y no lo puede creer y yo tampoco.
Y ahora me pregunto si se dio una historia en tres tiempos al estilo Michael Cunningham en "The hours" (Rochies' favourite book), donde las protagonistas éramos La peorcita que presentía / auguraba un destino estilo "Laura Avellaneda", Lulú que me pensaba en las librerías de la avenida "que nunca duerme" y entre un millón de favoritos opta por ese, o yo que en mi cápsula azul, les pedía me explicasen el por qué de esta relación entre Laura y yo, Montevideo y yo, un Claudio como protagonista y la borra del café.

Nota al pie 1: hoy me esperan dos horas de "Ulises" en el Malba. Acto sucesivo last chapter de Valientes (¿esto se llama amplitud?)
Resumiendo: no podré desglosar el misterio que esconde el libro en cuestión.

Nota al pie 2: al público de "Valientes", no quería ese final para Juana. Generalmente no pertenecemos al común denominador.

Nota al pie 3: no me gusta que en esta nueva historia pedorrísima Andreíta del Boca se llame Rochie. He dicho.

Nota al pie 4: esto no es un post, sepan disculpar.



Nota al pie 5: Rochies en la previa al Malba compró no sólo "Ulises-Claves de lectura" de Carlos Gamerro (483 páginas) sino que al salir del tercer miércoles consecutivo sobre James Joyce, logró conseguir "Ulises" (662 páginas) y ... "La borra del café".



La Peor de Todas dijo...
Fe de erratas)
Rochitas y Any, el motivo por el cual vamos por la página 136 y no tenemos ni rastros de Laurita, es porque no lo tendremos en todo el libro! :-P
Estamos comentando con mucho entusiasmo un personaje que no pertenece a La Borra del Café, sino a LA TREGUA, del mismo autor!!
jajajaja! Pido perdón porque sé que soy partícipe y origen de semejante despliegue de confusiones.

22 de febrero de 2010

Tardes de letras "circulares" ...



Un atardecer de viernes que no prometía mucho. La certeza casi absoluta de que nadie tomaría contacto con ella. Que nada interrumpiría esas horas hasta el anochecer.
Sus objetos -tan cuidadosamente elegidos desde siempre- unos chocolates, algunos cigarrillos al alcance de la mano, su sillón favorito. Unicos testigos de esa soledad omnisciente.
Dormir, leer, escribir o adentrarse en un film eran las opciones más cercanas.
No logró sin embargo conciliar el sueño. Los pensamientos atenazados irrumpían sin previa autorización. No habían sido pocos los últimos acontecidos.
Tenía pendiente desde hace tiempo "Cuore sacro" de Ferzan Ozpetek, uno de sus directores favoritos: El baño turco, El hada ignorante, La ventana de enfrente ...
Esta vez se trataba de Irene, que empieza por descubrir con un camino más laberíntico que el de un viaje en sí, la habitación de su madre, intacta como si ella la habitase todavía.
Sin embargo no podría especificar el instante en que esa somnoliencia se apoderó de ella, y se vio en el mismo túnel, tal vez un subte o una estación.
Ella se despojaba de todo lo material. Empieza por sus joyas, las que entrega a un mendigo, su abrigo, su reloj -que ya no marcaría las horas-. No sería necesario.
Gente que se amontonaba a observar la situación, que tomaban sus pertenecias ...
Así como había sido en aquel mar, donde empezó por quitarle la batería a su celular, no sin antes responder algunos llamados y textos pendientes.
Regalar su tapado "Malamada" casi sin estrenar y recibir una lapicera a cambio, "señal de que él había estado antes en el mismo sitio". Un desencuentro más.
El destino aún no los ha vuelto a reunir.
Se vio en esa estación, que en este caso era Italia, o la de su mar ...
Sintiendo la misma necesidad, la de continuar el camino libre de mochilas, de cargas.
En ninguno de los casos lo supieron entender. Ambos terminaron en un inexplicable aislamiento.
Le preguntaron quien era ella. No respondió Irene. Y sí, sin vacilar todos los nombres que le vinieron en mente. Todas aquellas almas pares que ya formaban parte de su ser.
Uno. Ella era uno, uno y los demás. Ella era ella y todo lo vivido. Ella y las historias de todos los que habían quedado lacrados en su "cuore sacro".
Y ella, ella era también Irene.

19 de febrero de 2010

Una vez en la vida


-Hola, soy Anna
Me quedé callado. Ahora sabía que en mi vida había un final y un principio. Lo que ignoraba era adónde me llevaría ese principio.
-¿Dónde estás? Vete a casa. Estaré allí en una hora- dije. Tras apuntar la dirección colgué el teléfono.
Me sorprendió constatar que en Londres siguen habiendo escondidos enclaves de casitas perfectamente discretos.
Después de pulsar el timbre, y mientras esperaba para entrar en la, para mí, misteriosa casa de Anna, vi el contorno de mi cuerpo reflejado en la densa negritud de la puerta.
Anduvimos en silencio sobre la alfombra color miel del recibidor. Al llegar al salón nos tumbamos en el suelo. Dejó caer los brazos a los costados y levantó las piernas. Me coloqué encima suyo. Escondí el rostro en su hombro. Pensé en Cristo, clavado a una cruz sujeta al suelo. Luego, sujetándole el cabello con una mano, la penetré.
Y allí nos quedamos. Sin hablar ni movernos hasta que finalmente, acercando mi cara a la suya, la besé. Al cabo el viejo ritual se apoderó de nosotros y la mordí y la maltraté y la sujeté, una vez tras otra, mientras nos levantábamos y volvíamos a caer, nos levantábamos y volvíamos a caer en el yermo.
Más tarde habría tiempo para el dolor y el placer que la lujuria concede al amor. Tiempo para las líneas y los angulos del cuerpo que provocan que el asombrado simple salte entusiasmado de las caricias al desenfrenado arrebato.
Habría tiempo para las palabras obscenas y peligrosas. Habría tiempo para provocar con crueles carcajadas, y para vendar los labios con vistosas cintas en viciosa y excitante subyugación. Tiempo para las flores y tiempo para complacer los oídos con sedosos susurros. Y tiempo también, en ese oscuro, y silencioso mundo, para el aullido del hombre solitario, temeroso del exilio eterno.
Aunque no hubiera vuelto a estar con ella, mi vida se habría perdido en la contemplación del esqueleto que emergía bajo mi piel. Algo así como una osamenta abriéndose paso por entre los rasgos de un hombre loco. Resplandesciente de humanidad, atravesaba majestuoso su vida nocturna en pos del primer día.

Apoyándome contra una pared busqué con la mirada alguna calleja en la que poder ocultarme para abrazarla. Sentía la imperiosa necesidad de abrazarla.
A las nueve y media atizbé su cabeza. Bajó de la acera y corrió en dirección mía. Arrastrándola hacia la calleja, la empujé contra la pared. Me dejé caer sobre ella. Con los brazos extendidos y las piernas abiertas para poder abarcar todo su cuerpo. Mi boca y rostro mordían y arañaban sus labios, su piel, sus pestañas. Le lamía la frente. Dejé caer una mano y sujetándola por el cabello, dije con voz entrecortada:
- Necesito tenerte.
Se subió la falda y comprobé que debajo no llevaba nada, un instante después la había penetrado.
- Lo sé, lo sé - susurró.
Acabamos en cuestión de minutos. Me aparté de su lado. Alguien entró en la calleja. Cruzaron al otro lado. Abrazados Anna y yo parecíamos una pareja de amantes besándose. Algo que en París ese día podía pasar desapercibido.
Se arregló el vestido, alisándose la arrugada falda.
Se dio la vuelta y empezó a alejarse. No miró hacia atrás. Tambaleándome como un vagabundo borracho llegué hasta el centro de la calzada. Me acurruqué. Al final de la calle pude atisbar el otro París, ahora sin su suavidad natural, discurriendo con elegancia.
Así el individuo vive su vida diaria sin prestar atención al hecho de que nadie le garantiza el mañana.
Se oculta a sí mismo que la vida es una experiencia única que concluye en la tumba, que todos los instantes de la vida son tan únicos como su principio y su final. Esta ceguera facilita un patrón de conducta en el que apoyarse, y pocos de los que se lo cuestionan sobreviven.
Como es lógico. Si los hombres analizaran cada día la realidad de su propia muerte, las leyes de la vida y las de la sociedad se les antojarían irrelevantes.
Porque necesito saber que podré mirarte, escucharte, respirarte, estar dentro tuyo. Tengo que saber eso. No puedo volver a ese estado ... medio muerto. No me sería posible. Así es como estaba. En mi vida no puede haber un "después de Anna".


Josephine Hart - "Damage"

Nota al pie:
Amigo Chinaski, como verá no pasó inadvertido su pedido. Intentaré -con el tiempo- crear uno propio. Opté por elegir mi favorito.

16 de febrero de 2010

Hoy, es tuyo...

Hace sólo diez días que logré volver a Luján. Volver a tu casa. A tu casa sin vos. A tu quincho sin terminar. A tu pileta abandonada. A ese parque que soñabas ver lleno de hijos.
¡Si en una hubieras podido unir a unas cuántas!
Me recibió tu mamá, con todo el amor del mundo.
Hermanito, no sólo te perdí a vos. Hoy tampoco está Claudio.
Se fue como vos decías, en su ley y como un gaucho...
Y como si todo no fuese mucho, revisar tu agenda (esa donde “el día D” figuraba y nada indicaba). Recorrer tu estudio, palpar tus discos, volverme con tu reloj. Las fotos, las de todas tus edades. Esas donde no te conocí, ya me las habías dado. “No harías a tiempo de escanearlas”, ni a copiarme los discos que querías me llevara. Porque Cacho, Cacho es un grande. Así de amplio eras en todo.
Volví a Luján, Jorgito, a tu casa y hasta donde debí haber estado aquel 15 de abril.
Veintidós exactos meses después.
Ahí donde hubo tantos que eran tan poco o tantos otros que fueron mucho y todos lo ignoraban.
O bien yo, que ese día ni sabía que ya no estabas.
Y mientras tanto comía con Marielimpys una pizza en "El cuartito".
Cuando entré al tradicional lugar tenía dos hermanos. Uno mayor, cinco años mayor, y uno menor. Ambos con el mismo nombre.
Por eso tal vez él siempre fue J y vos brothercito.
Al salir de ahí, 14:45 de aquel lunes 14 de abril, tenía uno sólo.
Este último domingo supe que aquel fin de semana hasta cantaste en "El Mateo". O sea que, contra viento y marea y con ese cocktail siniestro de químicos mal indicados te mantuviste en pie y alegraste vaya a saber a cuantos.
Hoy me encuentro litigando vía blog - email con una tal (no importa el nick que eligió) que le armó un blog a "our father". Pareciera una suerte de testigo omnisciente de todo y afirma con vehemencia o mucha ignorancia.
Por ejemplo: no te menciona a vos. Mirá que idonea resultó...
Ni a la muerte de nuestra abuela Rosa en aquel fatídico accidente, antes de que vos nacieras.
Tampoco habla de tu mamá y sí de "la azafata" que le dio dos hijos, que le prohibía ver...
¿Qué hubieras hecho en mi lugar?
Parece que no bastó que ninguno de sus tres hijos estuviese en su entierro. Y ese que se hacía pasar por tal, sí.
Ni que la Asociación Argentina de Actores no avisase el tema "mausoleo" y todo culminase en un "lugar común", sin nuestro consentimiento.
Recuerdo que el tema te afectó. A mí me lo contaron sin anestesia. Tres hijos y ese final.
Hoy te acompañan los dos, tus dos padres. Él que hizo de, y él. Energética y simbólicamente hablando ...
Se me ocurrió ese modo de ritual brothercito ..."yo sé el corazón que tiene el que con gusto me escucha"... y su mate de plata y alpaca, premio también.

El que va por esta senda
cuando sabe desembuchar,
y aunque mi cencía no es mucha,
esto en mi favor previene;
yo sé el corazón que tiene
el que con gusto me escucha.

Lo que pinta este pincel
ni el tiempo lo ha de borrar;
ninguno se ha de animar
a corregirme la plana;
no pinta quien tiene gana
sino quien sabe pintar.


Aunque no estés ahí. O sí.
Eso nadie lo puede saber. Los mapuches calculan unos seis meses para que las almas se desprendan del cuerpo. Si pudiera creer en algo...
Tal vez esta sea la antesala, el ensayo. De aquí y vaya a saberse hacia dónde y hasta cuándo.
¿De aquí a la eternidad?
¿Hasta que nos unamos todos en el reconocimiento de las almas?
¿Qué habrán inventado para divertirse en el más allá?
Acá entre muchos otros pasatiempos, los blogs. Blog que hoy me permite escribirte esto.

Nota al pie: gracias cecie.

10 de febrero de 2010

Cinelandias mentales de una tarde en Belgrano


El tormento era inmanejable, irrefrenable. Me poseía desde el primer instante en que abría los ojos, sin pausa, hasta el momento de lograr parar la mente y dormir. Aturdida, enmarañada. Pensamientos, imágenes, recuerdos, información -hasta la más intrascendente, hasta la más innecesaria-, teléfonos, viejos nombres de mi agenda. Personajes que de cruzármelos, indefectiblemente, no reconocería sus rostros. Todo en mi cabeza, a modo de zapping, sin tregua, en continuado. Como una "cinelandia mental".
¿Acaso habría sido siempre igual y recién ahora lo concientizaba?
Lo más semejante a un viejo arcón de souvenirs que irrumpían sin autorización alguna, sin darme respiro, ni un miserable segundo de paz.
Lo único que calmaba era la píldora nocturna. Ahí todo comenzaba a detenerse, a pedir autorización para entrar a molestar...
Hubiera adorado estar aquí y ahora en el presente, ser un ser desapegado, sin anticiparme, sin temor, sin retrotraerme. ¡Sin dolor!
Consulté todos los médicos, los chamanes, los canalizadores, la gemoterapia, reikistas, acupunturistas, budistas, los de los registros akásicos y qué "ochocuartos".
Resetear, archivar, pasar página y continuar.
No hay sentimiento más impotente que el de saberse uno mismo el dueño de la clave, de la solución y no hallarla.



Un corazón partido. Una ventana de tren y la vista desde el andén.
Ellos partían. Sin rumbo, sin meta.
El destino, el camino les tendría algo preparado.
Pasarían de ser espectadores a convertirse por fín en protagonistas.
Tampoco estaba decidido en que estación se detendrían.
Todo absolutamente y de antemano pactado, librado al azar.
¿Acaso la vida no se trataba de eso, de hacer camino al andar?
No molestarlos había sido la premisa.
El entorno inmediato poco había coincidido con esta decisión.
Renunciar a respectivos trabajos. Liberarse de toda atadura. De las viejas mochilas. Dejar las cuentas al día para evitar mundanales y burocráticos incordios y partir.
¿Partir para continuar o para volver a empezar?

3 de febrero de 2010

La muerte, ese otro mar

Era sábado, enero, 30 de enero. Apenas pasadas las seis de la tarde. Encuentro literario. Los reuniría Kafka o Borges, 1964 y una Fundación mítica de Buenos Aires. Pero los unió Luján, un palacete abandonado y un ejercicio medio improvisado. Ella eligió redactar aquel encuentro en el país vecino. Hablar de Alvaro y de sus amigos montevideanos. Había alquilado “Las vidas privadas”, del mismo director de “Los años felices” y “La mejor juventud”, cree recordar. Porque hoy, a pesar de las setenta y dos horas que ya pasaron, no entiende, no acepta, o acepta pero no quiere ni entender ni aceptar. Ojalá pudiera creer. Él ya no está, ya partió. No se fue en Moldes y Congreso. “Una oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar, esa otra flecha, que nos libra del sol de la luna y del amor”. Tampoco en "La mirage", pero lo supo ahí. Fue en un kilómetro 3, a muchos de Buenos Aires. Cuando ella, ignorándolo, le escribía diciéndole “Americanito, te extraño”. Últimamente él no siempre le contestaba, le faltaban las fuerzas. No poderla ayudar lo ahogaba aún más. Le escaseaba la fortaleza pero no la fé. A ella sí. Hacía rato que había dejado de creer...
Él era todo idealismo. Él cruzaba el Nahuel en un elástico de cama a modo de balsa. Subía el cerro Lopez con un Merceditos año 79 destartalado para mirar la luna y escuchar Serú Girán. Compraba escopetas de fogueo a los indios para que defendiesen sus tierras de los americanos. Construía casitas como si se tratase del juego de los mil ladrillos. Todo lo regalaba. Los recuerdos lo maniataban. No soportaba la ciudad, era como "mirar el cielo por cuadraditos..."
Pasó hambre, frío, sed, pero nunca dudó de su misión, de lo que a este “plano” había venido a hacer: salvar vidas, ayudar a sus hermanos, como llamaba a su pacientes. Carga llevaba mucha, y se logró liberar de muy poca. Los últimos quince años lo habían mantenido en una ininterrumpida guardia pasiva. Él escuchaba a todos, pero sólo ella lo escuchaba a él. Su extrema sensibilidad no pudo tolerar el comercio médico de la gran ciudad. Ver abrir cabezas, columnas, corazones, sin razón, por el solo hecho de lucrar. Lo suyo tal vez era la pintura, su piano, su violín. Más allá de que en realidad hubiese querido ser capitán de barco y de que a su papá le hubiese prometido ser doctor, igual que él y que Guillermo, su hermano mayor. Todos los niños del mundo eran sus hijos.
Suena Penélope... Siempre te sentiste tan Penélope, tan San Blas...
No lograron volverse a ver. Ese mensajito mediante el cual le quiso hacer saber cuánto lo extrañaba y lo decidida que estaba a ayudarlo, a dejarse ayudar, ya no lo respondió. Habían comenzado a desmoronarse por separado desde aquel mes de mayo en que todo complotó para el caos. Pero él no supo decidir, no se animó a elegir. Su hijito de nueve años estaba por sobretodo lo demás, y Viviana, que hoy pide... “no lo defraudes, todo dependerá del tiempo y la decisión de salir adelante, él estaba muy preocupado por vos, quería volverte a ver, y bien..."
- Claro, vos tenés por quien luchar, tenés un hijo de él. Sin embargo los veinte meses que pasaron, dos sesiones de diván semanales, más todos los chamanes, no han logrado siquiera hacerme vislumbrar la salida del pozo donde me dejó hundida nuestra separación y la partida de mi hermano.
- De verdad me gustaría ayudarte, pero no sé cómo. Esto se atraviesa sólo con serenidad. Es inevitable el dolor. Entendé que no tenés la culpa de nada. Esto es, fue y será un tema de su ser esencial. Él hizo lo que pudo, dedicó y entregó su vida al servicio, y se olvidó de él. ¿Si alcanzó a ver esto?. Yo creo que sí. Y tal todo haya tenido sentido. Pensá en la inmensidad del ser con el que estuviste.
- Estuvimos.
“Fuerza” es el último mensaje que recibió de él, y el único que conserva.
Armaste sueños que te sobrevivieron. ¿Cuándo te ibas lo intuiste, cuándo no llegaste a ver mis manos, cuándo tres días de distancia nos jugaron una tan mala pasada? La vida por una causa, un corazón que se oprimía y asfixiaba y no soportaba más distancias.
Yo ya sabía que tu allá no era mi acá.
Jugaste al azar, y salió tan mal. Olvidaste que el tiempo era finito y que sí existía.
No sé si más allá de las nubes, la nada te espero con un todo. Si esto lo estás viendo, si el celeste de este mar que tus ojos hace tanto miraron, lo ves desde más arriba, o si allá es todo mar.
Hubiese querido irme con vos, no sobrevivirte, desde aquel mayo en que quizás comenzamos a desmoronarnos, lejos, juntos, por separado.
Ayer te ví entre las aljabas. Después caminé sola hasta develar "un secreto", uno que había entre las brasa y el mar: la imaginación lo es todo, es una visión anticipada de las atracciones de la vida que vendrá...
Al Dr. Claudio Osías Bautista Wasserman
13-06-1959 / 27-01-2010

1 de febrero de 2010

Espirales o circulos

Querías volver a ver mis manos
que nos cuidaramos como desde siempre
que fuese tu compañera
aunque se tratase del último tramo.
Que para finales del verano el laberinto cesaría...

No sé si fue en aquel abril, o fue en enero,
que quise partir con ustedes...

Y ayer impulsivamente volver a tu casita sin vos, con tu mamá ahí, esperándome. Veinte meses dudando, casi dos años recreando cada rinconcito de tu lugar. Veinte meses demorando.
Y a vos Graciana, ¿qué decirte? ¿Treinta y nueve años nos perdimos?
Y saber -sabía- que sos un sol. Hoy se mezcla todo. Los lloro a los dos. Al que creía que la unión era infinita y no iba en círculo sino en espiral. Y a vos Jorgito, que el 08 sería de disfrute sí o sí.
Tuve en mis manos tu agenda del mismo año. No parecías planearlo...
Tu música, tu reloj, los poemas....
¿Reacción tardía? un día más tarde, ya ni sé si hice bien en traer algunas de tus cosas conmigo.


LAS COSAS - Jorge Luis Borges

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

 
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