27 de junio de 2012

Estigmas


Estoy en una cama, lejos de mi casa, es domingo, y todo es gris. Lejos de mi ciudad y de mi gente, de los cotidianos irrefutables. Llegué a donde siempre quise estar. No lo sabía, lo intuí mucho tiempo, cuando desde los balcones de flores de lavanda que miraban el río y los atardeceres naranjas, algo me decía que este mañana estaría vivo. Miré hacia aquí, desde una Buenos Aires sepia, a la que aun le quedaba tanto por darme. 
Estoy acá, hace frío, el mediodía trajo tu abrazo y un almuerzo juntos. Un almuerzo en los suburbios de esta ciudad, la tuya, que tanto amo. La amo con el alma, su nombre; oír su nombre, eriza la piel; brotan lágrimas, las de la certeza, las del hallazgo, las del anhelo cumplido.
Nos despedimos hasta más tarde. Emocionados, ahogados de deseo, cubiertos de estigmas, derramados; nuestros. 
La siesta no trajo el sueño; fue vigilia y ahí estabas; conmigo, entre sábanas húmedas, revueltas, que no dieron ni el reparo ni la pausa, porque estabas ahí. Tu voz en el teléfono cesó la fuga ilusoria. 
Ni viniste esa tarde, ni esa tarde hecha noche; ni al día siguiente, ni en el mes venidero.

Intento cobijarla del dolor que vendría, decirle que una vez más no era su falta, que lo había dado todo y más. Destino...
La ambivalencia y el descuido,  porque la tierra nos devuelve la mitad, que antes fue una. Pero bastaría con poder recordar. Uno de dos no supo, no pudo. Olvidó la misión ancestral, la meta. 
Le recuerdo que es íntegra y que podrá una vez más; renacer, transmutar. Que es mucho lo que le espera: descubrir, afrontar. Que aún hay fuerzas. Que parece que no pero sí.
Que sería preciso mucho tiempo. Pero lo lograría. Que los días veintisiete pasan cosas. Que está escrito.
La cubro en un abrazo, intento protegerla; que me escuche. No me cree. Aún apaña, todavía confía. 

Pasaron dos años, el mismo gris; el brívido: sacude, fricciona. Las lágrimas, están retenidas; un sollozo que es nudo. Un imposible determinado. Un devenir prefijado. El dolor es el mismo y es otro. El cansancio es mayor. La fe declina. Ya no dolés vos. Volví a amar, sabés... pero no es y no será, más que lo que ya es, el sentimiento incondicional. Su ofrenda más noble y franca. Su verdad más pura e inmutable. 

23 de junio de 2012

Los premios


Una piedra roja, un libro de Simone y un jardín de cerezos: hallazgo, causalidad. Una cornalina en la mano izquierda. Aún no te fue dada. 
El vértigo del ayer concluso e insignificante, no había un por qué; el desvío de doce años, el letargo, en pos de tanto. De vos que ya no estás, y nuestra casa en la montaña, a medias. "Buenos Aires", demorando, interrumpiendo...
Hoy no estás, y quizás debió ser así. Y aquel marzo llovió de lágrimas nuestro Sur, cesó la espera. Lo desconocíamos. Era la calle Primera Junta, muy cerca del cerro; de los cinco kilómetros diarios que debías caminar para sanarte. 
Una piedra roja que compense el fuego ausente, que trascienda el pensamiento y traiga la acción. Que cesen el laberinto y las vacilaciones; la ansiedad y el desconcierto. 
Preciso reparo, de tanto absurdo. Que llegue la réplica.
Si nada fue por nada, si se trató solamente de direcciones incongruentes. Si la huella impar nos condujo por azar, si la contingencia y los por si acaso, si todo fue por nada. Si no hubo sospechas.
Quiero el premio; tu abrazo y compañía, la razón de este encuentro. Las fuerzas para no torcer. Así, sin más pero juntos; resarcidos del revés y los tropiezos; sin temores. Verdaderos.
Las calles recorridas son otras, quedaron iluminadas por la estela. La que traza nuestro andar. La que nos devuelve y compensa.
Julio fue el testigo, la claridad de la pausa, de la misión cumplida; que el azar o el destino, digan lo que digan. 

Volví a mi casa, la de la infancia, en sueños. 


16 de junio de 2012

Travesía


Rodea la meta

Tránsito indemne 
Suma de días.

Intervengo,
me alejo...

Abandono ante el enredo 
Descuidos...

Declina, 
decrece, 
mengua y aumenta.

Avatares:
dilema o alternativa...

No revela ni presagia 
embiste, 
asalta...
No se apaga; 
atenúa. 
Oscila. 
Se desplaza 
no se extingue. 
Permanece.

Que haya sido por algo; 
lo fortuito y adverso...

No fue mañana de indicios. 
Omitieron la estela. 
Hoy son huellas...

El dilema no ha sido resuelto;
ignoramos los esquemas. 

Vacilantes y certeros 
andamos, 
desconociendo 
de motivos.

10 de junio de 2012

Fragmentos


Es la fusión. Tu ser y el mío astillados, convergiendo en un todo que se fracciona y une en intervalos.
Fue tu llegada plenitud y olvido, de aquello que quebrantó hasta romper, en trizas, en cenizas. Volviendo añicos un pasado hostil, que inacabable, se tornó presente y porvenir. 
Son los fragmentos, los ratos de nosotros; sostienen y sustraen del cotidiano adverso, de los resultados contrarios.
Hallarte fue diáfano en la noche, en el avatar de los días incompletos y periódicos.
Me devuelve el sentir, la mitad perdida, el fracaso arbitrario; imparcial.
Vivo en mí, en todos mis adentros; se alejan las sombras. 
Tus ratos completan el suceder de los días. Unifican y enlazan, a pesar. De la ambigüedad y la incongruencia, de la afección certera y futura. De esta consonancia que qué será en lo venidero. 
Porque fue en el prefacio y fue ineludible, cuando tu ser todo sació la suma de descuidos; cobijó los anhelos. 
Tenerte es el todo. Rozarte es extremo. Y confluyen y coinciden y se unen los límites. Y sostengo tu disparidad, tus fases, tus cambios y el fluctuar; el énfasis. Tus miedos. La incertidumbre.
Somos en los ratos de la dádiva. Los que nos otorga el devenir. Suscita. Y no te evito. No me protejo ni amparo, ni esquivo, ni eludo. Te abrazo. Y lo fortuito...
Así como sos. Impensable y absurdo. 
Das sentido. Justificás las esperas. Los tiempos de pausa...
Y relumbran los grises. Y los lugares más corrientes. 
No se encubre el sentir, que asoma, que surge: ineludible; íntegro.

 
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