26 de julio de 2013

Ciudad

Una ciudad sin sol que impera. El bosque entremedio del bullicio, y la velocidad de los transeúntes que impiden el reparo. La luna ya no está, cuesta verla; las flores se esconden hasta la próxima estación. Sin embargo, el verde irrumpe y nos cobija: luces y sombras; ruido y silencio.
No es fácil abstraerse; cada día la cuesta es más arriba, aunque la vía de escape seamos nosotros mismos y las respuestas estén sólo dentro nuestro.
Miro a través de esta ventana, de este encierro que es paz y escozores, que es tierra y asfalto, que es lágrima y sonrisa, que es armonía y deleite. Que es verme y verte.

18 de julio de 2013

2052


Inspirados en "El peatón" de Ray Bradbury.

Camino a la deriva; sin ruta prefijada. Todos son árboles, lagos, y la pradera todo lo inunda.
Ya no hay antomóviles ni aviones, sólo trenes. Trenes que llevan a lugares sin nombre. Somos nosotros a bautizarlos.
Yo y otros, a los que nos ha sido dado el don de la inmortalidad podemos entendernos sin hablar. Nuestros cuerpos emanan rayos de luz violeta, y es a través de ella que nos reconocemos.
Las computadoras también han desaparecido. Volvimos a comunicarnos del modo más primitivo.
Ya no existen el pavimento, ni los edificios. Tampoco hay teléfonos. No los precisamos. La comunicación hoy es otra: luces, almas, voces.
El verde todo lo cubre, y la flores son las guías de los de los recorridos que emprendemos.
Las aguas son cristalinas y nos alimentamos de frutos silvestres.
Nadie teme, todo es luz y color. El sol nos baña y cubre de energía. La lluvia alimenta los prados y nos bendice.
No dejamos huella. No existen los grandes recuerdos. Todo es presente. 
Sin embargo no dejamos de saber quienes fuimos.


Nos propusieron un viaje distinto. Nunca imaginamos de que se trataba; un viaje diferente podía implicar muchas cosas. Sin embargo las posibilidades eran muchas y nos quedamos con aquella que más nos sorprendía: Júpiter y su rótulo de benéfico mayor, nos atrajo de sobremanera. 
El viaje fue corto, pero no por ello sencillo. La cápsula donde nos transportamos tenía todo lo necesario como para sobrevivir varios meses. No obstante y a pesar de la meta el encierro nos resultaba fatal.
Llegamos al par de días. Allí todo era verde y lo árboles otorgaban la sombra necesaria. Las flores inundaban los campos. Los lagos cercaban cada espacio árido y tampoco faltaban las arenas.
Flores y flores, de todo tipo y color. Aguas multicolores descendían por las cascadas.
Movilizarse era fácil, porque desde que llegamos, por algún efecto sensorial, podemos deslizarnos y volar.
Pero hubo que regresar, y recordar la experiencia entre lo mejor de lo vivido.
Siempre nos prometimos volver a ese lugar soñado.

7 de julio de 2013

Abrazos

Un abrazo no dado, que quizás lo será a destiempo. La lejanía, la distancia y la idea de que esa realidad no fuese así.
Fue dura aquella tarde que aún habiendo pedido socorro al entorno, el abrazo no fue, como cuando se niega o demora por nimiedades poco creíbles.
Y te extraño como nadie, a pesar de haber sido el detonante del caos. O uno de los tantos. Te extraño porque a veces éramos uno, y eso era felicidad. Hasta el mínimo momento de alegría compartido se convertía en un oasis. El más ínfimo, el que en otras compañías pasaba desapercibido. 
Te extraño, como extraño la rutina, los lugares; los que hice míos, aquellos de los que no podré despegar en mucho tiempo aunque aparezcan otros, no tan míos, no tan llenos de recuerdos. Y pasar esas esquinas o que la vista alcance desde una ventana un pasado, y pasar y vernos en una mesa donde ya no estamos, cuando la realidad era tan disímil. Cuando el cotidiano era tan diverso.
Cuando los abrazos y las pausas nos unían sin remedio. Y no lo buscábamos porque eso era la felicidad. Cuando no había un sentimiento de desdoblaje, y no estaba deshabitada en mi estar de siempre. Cuando las compañías eran necesarias pero no imprescindibles. Cuando no había vacíos sino falta de tiempo. Cuando cada segundo era un disfrute y no un instante infinito. Y los libros un mundo a descubrir y las letras propias una vida que todo lo justificaba. Y agradezco a los que están cerca pero no por ello dejo de necesitar aquellos otros abrazos tan nuestros, tan sentidos, que fueron creciendo con el correr de los días y abarcaron tantos tiempos. Cuando ya no importaban los pasados vividos porque habían sido asumidos y se vivía el presente. 
Tal vez y a pesar del dolor se trate de barajar y dar de nuevo, construir a pesar de la añoranza, y evitar pensar que se trató de la última vez.



 
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